Monumento y alquimia

 

La obra de David Benarroch se refiere siempre al proceso de creación. Sus esculturas son resultado, registro y testigo del tiempo y del gesto empleados en la producción. Cada una preserva, pone en evidencia y eterniza para el espectador el movimiento, la fuerza y el tiempo que el artista utilizó en crearla.

Benarroch trabaja sobre todo con materiales no naturales. Como en otros aspectos, parece peleado contra los mandamientos de la escultura histórica. Apenas encontramos algún trozo de madera pero nunca, por ejemplo, piedra, el material tradicionalmente noble de la escultura clásica. Metal si, sobre todo el que pro­veen del uso industrial, y, sobre todo, resina, fibra de vidrio, látex o cemento. Además, esto le permite acen­tuar los juegos entre lo que ve el espectador y de lo que verdaderamente están hechas las cosas. Hay una pretendida confusión entre lo duro y lo blando, lo ligero y lo pesado, lo frágil y lo resistente.

Por la misma razón parece que siempre busca el punto límite de equilibrio de cada escultura. Como si es­tuvieran en un punto incómodo, a punto de caer o en peligro de que un roce o un golpe de viento pueda tirarlas. Cuestionando de esta manera lo más básico que debería hacer una escultura: permanecer firme en el espacio.

 

David es judío sefardí, nacido en Israel. Tiene la nacionalidad española y vive y trabaja en Madrid desde hace dos años.

Exposición David Benarroch