Las flores de Juan tienen una clara vinculación con el sexo: desde la seducción mutua que propone la serie fotográfica Hombre y flor hasta la surrealizante Mujer y flor, ambas de 1969. Un año, por cierto, marcado desde muchos puntos de vista por las esperanzas utópicas – sexuales, políticas – para las que la flor podía ser, sin duda, la mejor de las imágenes posibles. Pero sin duda, son la Barroca triste y la Barroca alegre, también acciones fotográficas realizadas ese año, las que anuncian la fusión perfecta entre sexo y naturaleza floral. Obras que provocan, inevitablemente, la sonrisa de esa sabiduría silenciosa. No parece casual, por tanto, que las flores hayan acompañado a Juan durante toda su vida – desde que componía sus flores de papel siendo niño, hasta el recuerdo que le traen de su madre en el hermosísimo homenaje Rosa, espejo y condón-.